¿Quiénes somos?… Veamos lo que leemos

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Rodrigo Soto Moreno

Me es grato ver y escuchar en diferentes foros, a diversos interlocutores, comentar en relación a la necesidad de que el país salga de su estancamiento, con el fin de que impere la igualdad, la innovación, el empleo, la salud y por ende el progreso de todos los mexicanos. Entre las soluciones ofrecidas, se encuentra elucubradas y complejas recomendaciones, con el objetivo de establecer en la mente de la población que lo complicado es sinónimo de útil y efectivo.

Sin embargo, me he puesto a pensar que algo muy sencillo para lograr un verdadero cambio en el país, es el aumentar el consumo de libros o simple y llanamente: leer más. Este país requiere fomentar en sus ciudadanos la absorción, procesamiento y difusión de conocimiento, sobre todo si es científico y tecnológico, pero también social, cultural, económico, político, deportivo, entre muchos otros, con el fin de acrecentar nuestro acervo del saber y mientras más personas tengamos educadas con lectura, de calidad si es posible, entonces seguramente avanzaremos a mejorar la posición social y económica que imperan en este lugar del orbe.

En este sentido, he confesado en ciertas ocasiones sobre mi adicción a la compra de libros y obviamente mi gusto por la lectura. Esto a razón del placer que produce el leer, además de las utilidad que tiene el hacerlo, pues es bien sabido que los lectores tienen mejor vocabulario, mejor ortografía, mejores opiniones, mejor conversación, además de que la lectura estimula las neuronas para imaginar a personajes, situaciones, lugares en el mundo o algún otro en el universo, al igual que ofrecernos información cualitativa y cuantitativa para usarla en beneficio propio y colectivo.

Pero antes de aplaudir la simple solución al problema, veamos el camino sinuoso que ha recorrido México en este tema. De acuerdo al escrito de Laura Poy Solano, titulado: “En promedio anual, los mayores de 12 años leen 2.9 libros por habitante”, publicado en La Jornada, en diciembre de 2011, nos dice textualmente: “En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Lectura, la población mayor de 12 años lee en promedio 2.9 libros por habitante al año, mientras en España esa cifra alcanza 7.7, en Portugal 8.5 y en Alemania 12, lo que ubica al país entre los estándares de lectura más bajos del mundo”.

Otros datos relevantes del texto de Poy Solano, son que de acuerdo a al Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumos Culturales 2010, de CONACULTA, solamente un 27% de la población leyó un libro en 2009, además nos dice textualmente la autora: “…en el país sólo 35 por ciento de la población tiene más de 10 libros en casa y 19.7 por ciento adquirió un ejemplar en el último año, pues se estima que cuatro de cada 10 mexicanos nunca han visitado una librería”. Tristemente, los datos que presenta Poy Solano, nos arrojan que solamente un 3% de la población que lee adquiere libros de contenido científico o tecnológico; otras preferencias son 11% de los mexicanos lectores prefieren novelas, 9% textos de historia y 7% los de superación personal. Además Solano nos dice que, de acuerdo a estimaciones, alrededor de solamente 3 de cada 10 mexicanos leyó un libro completo en 2010.

Pero lo más preocupante es la calidad de lo poco que leemos, por ejemplo, dentro del artículo de Lilián López Cambreros, titulado: “Anatomía de la revista” y publicado en Letras Libres en junio de 2011, se nos dice que la revista que más se lee en el país es TvNotas, lo mismo lo confirma Katia D´Artigues, dentro del blog titulado: “Las revistas más leídas del país”, publicado en periódico El Universal en mayo de 2011, en donde afirma que la revista mencionada se vende en casi todo el país, con un tiraje semanal de 624 mil 770 ejemplares, según datos obtenidos del Padrón Nacional de Medios Impresos.

Además, en 2007, Guillermo Sheridan publicó en Letras Libres, con el título: “La lectura en México/1”,algo muy interesante: “Las estadísticas avasallan. Demuestran con alevosía y ventaja, sin mostrar forma alguna de clemencia ni resquicio para el anhelado error metodológico, que al mexicano (el 99.99 por ciento) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata”.

Retomando a Sheridan que nos habla del caso de Gabriel Zaid en su ensayo “La lectura como fracaso del sistema educativo”, donde se explica textualmente: “hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el 18 por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería”. De igual forma Zaid escribe que: “La mitad de los universitarios (4 millones) prácticamente no compra libros”.

Agregando a todo esto, no debemos olvidar el analfabetismo funcional que también aqueja al país y aunque se incremente el número de lectores, se debe garantizar el crear a individuos que comprendan y apliquen lo que lean y no solamente tener a merolicos o pericos sin capacidad de absorción y aprovechamiento del conocimiento adquirido.

Es claro entonces la necesidad de aumentar el número de lectores, pero sobre todo aquellos que lean material de calidad, de ser posible seducir a jóvenes a interesarse en temas científicos y tecnológicos, para la investigación, la innovación, la generación de patentes y todo ello impacte de forma positiva la economía del país.

Mi recomendación final es no tenerle miedo a los libros, iniciar con lecturas ágiles y fáciles, que bien pueden ser por medio de novelas gráficas literarias y también dejar de ver tanta televisión, evitar la mala programación nacional, pero sobre todo la local que deja mucho que desear y solamente disminuye nuestra capacidad de raciocinio.

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