
MEC Gisela Aguilar Martínez
Los hoteles están siendo protagonistas de brotes de enfermedades en los Estados Unidos vinculados al agua tratada con cloro, como piscinas y jacuzzis, entre 2000 y 2014, según un nuevo informe del gobierno.
Virus, parásitos y hongos pueden contraerse en el agua de las piscinas si no se controlan adecuadamente lo que, añadido al calor y la humedad, representa un caldo de cultivo idóneo para diversas infecciones, según explican diversos expertos.
Más de la mitad (58%) de los brotes con una fuente confirmada fueron causados por el parásito Cryptosporidium, comúnmente llamado Crypto, que puede sobrevivir incluso en piscinas bien mantenidas y puede dar a los nadadores enfermedades gastrointestinales y diarrea.

Al menos seis de las ocho muertes y el 16% de las enfermedades podrían atribuirse a la legionela bacteriana, que causa la enfermedad del legionario, una neumonía grave y la fiebre de Pontiac, una enfermedad similar a la gripe más leve.
El exceso de cloro también incrementa el riesgo de sufrir irritaciones dermatológicas, oculares y otitis en verano, como han advertido especialistas médicos en declaraciones a EFE.
Pese a la normativa que regula el estado de las piscinas, algunos estudios puntuales arrojan datos preocupantes: dos de cada tres superan los niveles de cloro, solo se duchan antes de zambullirse el 65 % de los bañistas y casi en el 60 % de los filtros se ha encontrado materia fecal, entre otros desperdicios.

Al tragar estas aguas, se pueden adquirir diversos virus, entre los que están los de las hepatitis A o E, bacterias como la “escherichia coli” y determinados parásitos.
Hongos, como la “candida albicans”, que puede afectar a la piel, la boca o los órganos genitales, se contagian por contacto, así como los que dañan a las plantas de los pies.
Los síntomas más comunes asociados con el baño en las albercas son los gastrointestinales, como diarrea o vómito, trastornos en los oídos, la vista y las vías respiratorias e irritación cutánea.
El cloro es muy irritante para los ojos, sobre todo en exceso, lo cual suele ocurrir a menudo en las piscinas públicas. Los oftalmólogos señalan que en esta época son frecuentes las llamadas conjuntivitis de piscina.
Los urólogos del Instituto de Medicina Sexual, explican que en las piscinas es posible encontrar estreptococos y estafilococos, pseudomona aeruginosa y staphylococcus aureus, bacterias que con mayor frecuencia causan infecciones en el ser humano.
Un amplio porcentaje de las piscinas públicas se someten a controles de laboratorio para monitorizar parámetros fisioquímicos y micrológicos, y su alto contenido en cloro elimina bacterias que, entre otras afecciones, pueden causar cistitis.
Normalmente se contagia aquella persona en la que su inmunidad sistémica y local se encuentre debilitada. Los gérmenes efectuarían su entrada al organismo a través de la vagina, en el caso de las mujeres, y así podrían llegar a la uretra y a la vejiga.

