La transformación de la sociedad regiomontana

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Juan Lauro Aguirre Villafaña

En un artículo anterior manifesté lo siguiente:

Yo tengo, y deseo mantener, una relación personal con Dios, con la Virgen de Guadalupe, con todos los miembros de mi familia, con todos mis amigos, con todos mis colaboradores, con algunos Maestros y con muchas otras personas que he conocido presencialmente o virtualmente, aun cuando ya hayan muerto, por el simple hecho de que mis acciones cotidianas están, en alguna medida, normadas por dichas relaciones personales.

También tengo y deseo mantener relaciones personales con innumerables Instituciones, muchas de ellas educativas, a través de las cuales construí muchas de las relaciones personales que norman mis acciones.

Finalmente tengo y deseo mantener una estrecha relación personal conmigo, o sea con mis propias experiencias, recuerdos, emociones, aspiraciones, capacidades, limitaciones, debilidades, conocimientos, etc., que se han anidado dentro de mi hasta el momento presente, gracias a mis acciones, solo o en compañía, pero siempre normadas por mi universo de relaciones personales.

Ahora tengo que explicar que significa, para mí, normar mis acciones:

Normar mis acciones es un proceso, siempre en construcción, para lo cual algunas veces es necesaria la deconstrucción, mediante el cual mis acciones son cada vez más valiosas, tanto para mí como para los otros, para la sociedad y para la humanidad. Normar mis acciones, entonces, es simplemente un proceso permanente de agregación de valor. Normar mis acciones es pretender que estas sean cada vez: más acertadas, más justas, más eficientes, más consideradas, más amables, más eficientes, más genuinas, más colaborativas, más edificantes, más optimistas, más amorosas, etc., y simultáneamente: menos egoístas, menos hedonistas, menos destructivas, menos negativas, menos deprimentes, menos materialistas, menos odiosas, etc., en pocas palabras más humanas. Con esta última aseveración he definido el verbo humanizar como el proceso de agregar todo tipo de valores a nuestras acciones. Más adelante hablaré de la paleta de valores de la Sociedad Regiomontana.

También manifesté anteriormente que:

Cada persona es un constructo, siempre en construcción,  resultado de sus acciones normadas por sus relaciones personales. Y que una Sociedad es el Megaconstructo resultante de la integración tanto de los individuos que la conforman, o sea del conjunto de constructos personales, como de todo lo que esos individuos hacen y aportan como: construir obras públicas o privadas, generar instituciones y empresas, gobernar, cometer delitos, educar, investigar, etc., todo lo cual afecta al universo de constructos personales.

Ahora tengo que explicar que significa, para mí, la palabra constructo:

Existen dos tipos de constructos; los constructos tangibles tales como las construcciones, los edificios, las calles y avenidas, las carreteras, los puentes, las plazas, las casas, las iglesias, las escuelas, las computadores, los teléfonos, etc., y los constructos intangibles tales como las personas; no en cuanto a su cuerpo sino en cuanto a su ser, el conocimiento, la ciencia, la tecnología; no en cuanto a los aparatos sino en cuanto al conocimiento tecnológico, la cultura, el arte, la religión, la economía, la gobernanza, etc. La integración de todos esos constructos, y muchos otros más, generan una Sociedad, dentro de un determinado territorio, aunque también podemos hablar de la Sociedad Global.

Podemos decir que una Sociedad tiene dos componentes inseparables; las personas que la componen (los constructos progenitores) y lo que cada uno de ellos, o colectivamente, aportan al y/o toman de otro megaconstructo que llamaré Capital Social, compuesto tanto de los bienes tangibles o materiales como de los bienes intangibles: estéticos, culturales, morales, intelectuales, etc., (los constructos sociales, tangibles e intangibles, generados por los progenitores). Si integramos todas las personas al Capital Social, podemos decir que el Capital Social determina el valor de una Sociedad.

Finalmente, manifesté anteriormente que:

El Conocimiento es el constructo social intangible que proviene de aportaciones de cualquier persona sobre cuestiones útiles que a medida que son compartidas con y valoradas por otros van siendo estructuradas, institucionalizadas y difundidas para el beneficio de todos; ese conocimiento al servicio de todos es el conocimiento social explícito y es, por supuesto, un constructo social, mientras que el conocimiento tácito, radica en cada uno de los individuos –es parte de su constructo personal- y contiene una porción del conocimiento social explícito y posiblemente conocimientos que posteriormente aportará a dicho conocimiento.

Ahora es preciso explicar a fondo la estructura y los alcances de esta definición:

Estructura:

Nombre (usual o propuesto) del constructo en cuestión

¿Quiénes realizan las aportaciones?

¿Qué cosas son aportadas?

….. 

¿Qué utilidad tiene el constructo?

El alcance de la definición proviene de la parte de la estructura que señalé con ….. , o sea: que a medida que son compartidas con y valoradas por otros van siendo estructuradas, institucionalizadas y difundidas, entonces:

Alcance:

¿Cómo se comparten las aportaciones?

¿Cómo se valoran las aportaciones?

¿Cómo se estructuran?

¿Cómo se institucionalizan?

¿Cómo se difunden?

Podemos ahora analizar los alcances de la definición del constructo Conocimiento que, según se estableció, proviene de las aportaciones de cualquier persona sobre cuestiones útiles. Esas aportaciones pueden darse, desde muy formalmente, por escrito, como aquí yo lo estoy haciendo, o verbalmente; en reportes, artículos, libros, clases, conferencias, demostraciones, talleres, etc., hasta muy informalmente, digamos como parte de las conversaciones cotidianas. La primera persona o las primeras personas que reciben una de tales aportaciones, son el inicio de su cadena de propagación; la efectividad de dicha cadena está determinada por el número de nuevas personas que se enteran de dicha aportación por unidad de tiempo, digamos en el transcurso de la primera semana, luego en el transcurso de la segunda semana, en el de la tercera semana etc. Podemos imaginar que hay cadenas de propagación que no progresan mientras que hay otras que parecen explotar. El factor fundamental que contribuye al progreso de una cadena de propagación es la valoración de la nueva aportación realizada por cada persona que la recibe, de lo cual depende la importancia de propagarla.

Mientras mejor evaluadas sean las nuevas aportaciones, en cuanto a su utilidad, llegarán a ser del conocimiento de cada vez más personas, hasta que dichas aportaciones, digamos que eran recetas gastronómicas, son estructuradas dentro de un recetario o de una antología gastronómica y con el tiempo institucionalizadas dentro de un restaurante o tal vez de una cadena internacional de restaurantes, y a la vez incluidas en los planes de estudio de instituciones de estudios gastronómicos por considerar que forman parte del conocimiento gastronómico, parte del patrimonio social que merece o conviene ser difundido a personas de otras sociedades.

Seguiré utilizando el ejemplo anterior, sobre el conocimiento gastronómico, para referirme a este aspecto de la transformación de la Sociedad Regiomontana.

Yo recuerdo bien, del ingreso a nuestro repertorio gastronómico de las hamburguesas y hot dogs, de las pizzas, de la carne asada al estilo argentino, de la comida china, de la comida japonesa y en especial del sushi, etc., aun cuando muchos de esos restaurantes, pero no todos, sean propiedad de regiomontanos, esa parte de la transformación culinaria de nuestra sociedad proviene del conocimiento gastronómico externo, dicho de otra manera es exógena, también existe una parte de dicha transformación culinaria proveniente de innovaciones de la oferta gastronómica tradicional local y nacional, o sea endógena, aunque no todos esos nuevos restaurantes son propiedad de regiomontanos.

Actualmente el constructo Regiomontano del conocimiento gastronómico, aunque mantiene sus raíces norestenses incluye casi toda la cocina mexicana y gran parte de la cocina mundial.

Podemos concluir que: avances en el constructo del conocimiento fundamentan las transformaciones sociales en el sector gastronómico y seguramente en muchos otros sectores, precisamente por su utilidad y su beneficio para todos.

Para profundizar sobre este supuesto beneficio universal del conocimiento existen dos subconstructos; la ciencia y la tecnología, utilizaré la misma estructura para definirlos y si se desea para explorar sus alcances.

El conocimiento científico, o simplemente la ciencia, es una porción, tal vez pequeña pero muy importante, del constructo social llamado conocimiento que proviene generalmente de las aportaciones de personas, conocidas como científicos, debidamente entrenados para y dedicados a medir, modelar, entender y explicar cosas que ocurren dentro y fuera de nuestro cuerpo; desde el interior de sus átomos y células hasta los confines del universo. Debe entenderse, y aceptarse, que esas aportaciones no solo son sobre cuestiones útiles sino a menudo vitales en cuanto que, al irse compartiendo y validando se van estructurando, institucionalizando y difundiendo para ayudar a toda la humanidad a agregar mayor cantidad y calidad a sus vidas, sin disminuir, sino tratando de agregar calidad al medio ambiente biológico y físico, o sea fortaleciendo el desarrollo sustentable.

Exploremos un poco los alcances de esta definición: los científicos son generalmente preparados en escuelas de posgrado y laboratorios de investigación, ambos resultados de la institucionalización del conocimiento científico, el cual es aportado en congresos nacionales o internacionales o dentro de reportes formales incluidos, después de su revisión por expertos, en publicaciones científicas que son consultadas por otros científicos para su validación y aceptación o para su crítica, corrección o rechazo.

La utilidad del conocimiento científico radica, como lo dice la definición anterior, en su capacidad para explicar cosas, pero no cualquier tipo de cosas, sino, como también lo dice la definición anterior, cosas que permiten agregar cantidad y calidad a nuestras vidas, dicho de otra manera, cosas que nos permiten vivir más años, con mejor salud, con más productividad, con más satisfacción y tranquilidad, etc.,

Para lograr lo anterior, la ciencia y otras capacidades y aspiraciones humanas deben utilizarse para avanzar el constructo denominado conocimiento tecnológico, o simplemente tecnología, de otra manera la utilidad de la ciencia sería solamente el desarrollo de más ciencia. Usando la misma estructura de definición, la tecnología proviene, generalmente, de las aportaciones de personas con conocimientos científicos, creatividad e imaginación (los ingenieros y tecnólogos), en la forma de mecanismos, procesos, aparatos o servicios técnicos que a medida que se van compartiendo y validando por otros van siendo estructuradas, institucionalizadas y difundidas con el fin de extender las capacidades y la satisfacción de las personas y de aumentar su calidad y cantidad de vida.

Existe la posibilidad de proteger dichas aportaciones mediante el trámite de una patente, para posteriormente ser comercializada o desarrollada por el propietario o el licenciatario, para que finalmente esté a disposición de los interesados, por un determinado precio.

El conocimiento tecnológico, además de ser estructurado e institucionalizado a través de las oficinas de patentes, también lo hace en las industrias de todos tipos, con o sin departamentos de desarrollo tecnológico, dentro de las universidades en las carreras de ingeniería y tecnología, en las agencias y talleres automotrices, de aparatos eléctricos y electrónicos, en los proveedores de servicios técnicos, etc.

El constructo tecnología, como ya se dejó entrever, va de la mano del constructo denominado economía que proviene, según la estructura habitual, de las aportaciones, ahora denominadas transacciones, entre una persona que demanda (y paga) un determinado bien o servicio y otra persona que ofrece (y cobra) dicho bien o servicio, que al compartirse y validarse dichas transacciones con otros demandantes y oferentes se van estructurando, institucionalizando y difundiendo para extender su alcance y aumentar su competitividad.  

La estructuración de las transacciones económicas genera un abanico de sectores económicos, siempre en evolución, entre las instituciones económicas están las bolsas de valores, los bancos, las financieras, los mercados, las carreras de administración y de negocios en las universidades, etc.

Además de la transformación gastronómica, ya mencionada, la Sociedad Regiomontana, está experimentando, entre muchas otras, una transformación mediática que empezó hace unos diez años y, creo yo, durará al menos otros 10 años. Me estoy refiriendo al uso de las computadoras personales, los teléfonos móviles y la Internet, con los cuales una persona se comunica, en forma muy eficiente, con otras personas, con las redes sociales y con páginas interactivas con información, conocimientos y entretenimiento de cualquier tipo.

Está claro que esta transformación ha sido provocada y mantenida por el constructo tecnológico, el cual es casi totalmente exógeno, pero ha sido adoptada, aunque hasta ahora en forma un poco disruptiva, por el constructo, totalmente endógeno, de la Cultura Regiomontana.

Entonces, para analizar esta transformación Regiomontana, y tratar de diferenciarla de una transformación global,  es necesario entender que el constructo de la Cultura Regiomontana proviene de las aportaciones de cualquier persona de la Sociedad Regiomontana sobre cuestiones de interés común que al ser compartidas con y valoradas por otras personas de la misma sociedad, van siendo estructuradas, institucionalizadas y difundidas para aumentar el grado de identidad de los Regiomontanos. 

Las aportaciones sobre cuestiones de interés común que los Regiomontanos nos compartimos tratan sobre: lo que más nos gusta comer y beber (que es la carne asada y la cerveza por supuesto), los deportes que nos gusta practicar, los equipos locales que más nos atraen, la música que más nos gusta oír (que no es la música clásica por supuesto), lo que más nos gusta hacer (que no es leer libros por supuesto), las expresiones que más nos gusta usar, lo que consideramos parte de nuestra historia, las aspiraciones que tenemos, lo que no nos gusta de nuestra sociedad, etc.

Hasta hace pocos años el perfil cultural regiomontano era muy compacto: somos gente honesta, trabajadora y perseverante (terca), abiertos, platicadores y francos, preocupados por la convivencia, el bienestar y la educación de (los niños y jóvenes, pero no los padres de) la familia, con fe católica practicante (pero con escasos conocimientos religiosos), nos gusta comer carne asada y beber cerveza y nos gusta gastar lo que ganamos con el sudor de nuestra frente en la forma que mejor nos parezca, que generalmente es para obtener una gratificación de corto plazo. Este perfil cultural también representa el abanico de nuestros principales valores sociales.

Hace poco más de 10 años hubo una propuesta para transitar hacia una Sociedad del Conocimiento, que por supuesto fracasó, en primer lugar por no partir de un análisis profundo de cómo encajaba dicha propuesta en nuestro constructo cultural; de qué forma se pretendía extenderlo, cambiarlo, deconstruirlo, etc., y en segundo lugar de qué otros constructos sociales sería necesario crear camino hacia la Sociedad del Conocimiento.

El perfil cultural regiomontano descrito anteriormente, que actualmente está siendo modificado por la transformación mediática, establece nuestro agrado por comunicarnos de la manera más abierta y franca posible y de igual manera de gastar nuestro dinero en lo que más nos gusta, por esta razón actualmente cada Regiomontano, en promedio, o sea sin importar su estrato socio económico, está conectado a las redes sociales más de 4 horas diarias, arruinando, por supuesto la convivencia familiar; convives más con personas lejanas y te alejas más de las personas cercanas.

Otras transformaciones de la Sociedad Regiomontana,  congruentes con nuestro gusto de gastar el dinero en lo que más nos satisfaga son: la tremenda afición de los jóvenes a los antros y al reventón (pero nunca a las conferencias de los congresos), de los jóvenes y no tan jóvenes a los eventos masivos, y costosos, de música comercial (pero nunca de música clásica u ópera), de los adultos de clase media y alta de dejar sus billetes en los casinos (pero nunca en la Feria Internacional del Libro) y de los padres y madres por llevar de paseo a sus familias a Mc Allen o a Laredo (y si se puede hasta San Antonio, Houston, Orlando, Chicago o Los Ángeles, pero nunca a CDMX).

Conclusión, generalizando lo analizado para el caso Regiomontano: las transformaciones sociales, aun las que provienen del exterior, comienzan y terminan en el constructo de la cultura local, lo cual no significa que todas las transformaciones sociales tengan que verse como deterioros culturales, por el contrario se presenta la oportunidad de realizar intervenciones sociales compatibles con el constructo cultural que en la medida en que esas intervenciones son adoptadas y adaptadas representan enriquecimientos culturales.

En lo que resta de este artículo propondré una intervención social, apoyada en las primeras palabras de nuestro constructo cultural -somos gente honesta- que llamaré anticorruptado, si de esta intervención social emerge un nuevo constructo social o no, dependerá de la capacidad que tenga nuestro actual constructo cultural para acogerlo y transformarse o para quedarse igual.

El constructo economía genera y depende de las instituciones llamadas mercados, comúnmente estos son establecimientos en donde se vende y se compra diversos productos comestibles, de limpieza, muebles, etc., pero existe una mucho mayor variedad de mercados; la bolsa de valores, los bancos, las bolsas de trabajo, las casas de cambio, etc., en todos ellos se realizan transacciones para empatar una demanda con una oferta de la manera más competitiva posible.

Mi propuesta es extender este concepto a otro tipo de transacciones en las cuales la demanda y la oferta no se centran en un bien, tangible o intangible, o en un servicio de interés particular, sino en la demanda de un bien intangible de interés social para lo cual las personas, con base en sus propios constructos y en el constructo cultural, están dispuestas a ofrecer lo pertinente.

Estoy pensando en un mercado en el cual la sociedad demanda acabar con la corrupción, lo cual significa obtener un bien intangible de interés social, para lo cual la sociedad ofrece una estrategia para lograrlo, o sea que tanto la demanda como la oferta provienen de la Sociedad. A este tipo de mercados de transacciones éticas se les podría llamar eticados. En especial estoy proponiendo un eticado contra la corrupción, o sea un anticorruptado.

Tanto la demanda como la estrategia deben ser aportadas por la sociedad, pero la sociedad somos las personas que la componemos, y depende de la cultura de dicha sociedad, el que al existir una aportación personal sobre cómo robustecer la demanda social para acabar con la corrupción, lo cual me parece que es la parte fácil, pero a la vez sobre cómo generar la mejor estrategia social para lograrlo, o sea la parte difícil, habrán de emerger propuestas tan asertivas y tan valiosas que conduzcan a la cohesión social inspirada por un nuevo tipo de líderes sociales, con los cuales todos los Regiomontanos lleguemos a tener una relación personal que norme nuestras acciones futuras, para finalmente acabar con la corrupción.

Para nuestro Presidente Enrique Peña Nieto, lo anterior es absolutamente imposible de lograr, aunque como Jefe de Gobierno tenga la necesidad política de encabezar un plan para lograrlo, dado que, según él como persona, la corrupción es parte de nuestra cultura y no existe ningún mexicano que esté dispuesto a arrojar la primera piedra, o sea la primera aportación.

La historia dirá si los Regiomontanos fuimos capaces de contradecirlo, en los hechos, y en efecto poner una primera piedra en el futuro constructo cultural de los Regiomontanos y tal vez de todos los mexicanos.  Es un buen reto… ¿le entramos?

 

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