Rodrigo Soto Moreno
Hace unos días recordé que algunos absolutos se debilitan y que los relativos se fortalecen, pues nuestra percepción de la realidad está directamente relacionada desde el punto o lugar donde estemos, del reposo o velocidad en que nos encontremos, y de ahí las observaciones que apreciamos del mundo a nuestro alrededor.
Lo anterior viene a razón de que recientemente he estado leyendo un libro titulado: “La teoría de la relatividad”, de National Geographic, haciendo obviamente alusión a Albert Einstein, en donde se nos recuerda la incorporación del concepto espacio – tiempo y de cierta manera, que todo depende del cristal con que se mire.
Dentro del libro anteriormente descrito, se nos explica con ayuda de Einstein, que si quisiéramos describir el movimiento de un automóvil, podríamos caer en considerar demasiadas variables en nuestro cálculo del espacio – tiempo, pues recordemos que el coche se mueve y lo hace acompañado del movimiento de la Tierra, del Sol y de nuestra galaxia la Vía Láctea; por ello dentro del texto de National Geographic se explica que lo mejor es fijar un punto de observación y nuestro movimiento relativo al mismo.
Sin embargo una mejor explicación se encuentra con Neil deGrasse Tyson, quien nos dice que uno de los más grandes logros de la mente humana para comprender el universo, se encuentra dentro de las teorías de la relatividad de Einstein.
En este contexto deGrasse Tyson nos dice que para entender la relatividad de Albert Einstein debemos tener en cuenta dos suposiciones:
1. Que la velocidad de la luz, en el vacío, es la misma y por ende constante para todos los observadores, sin importar su movimiento relativo o el movimiento de la fuente de la luz.
2. Las leyes de la física son las mismas para todos los observadores en movimiento relativo uniforme en relación a cada uno de ellos.
Teniendo esas dos suposiciones, que deGrasse Tyson nos comenta que se ha comprobado que son verdaderas, podemos obtener fenómenos sorprendentes en nuestras observaciones del espacio – tiempo.
Un ejemplo clásico es el de la Paradoja de los Gemelos y con la ayuda de Neil deGrasse Tyson la podremos explicar mejor y nos dicen lo siguiente: “tenemos a dos gemelos nacidos el mismo día y por ende de la misma edad, pero a uno de ellos lo vamos a mandar en una nave espacial a 90% la velocidad de la luz, mientras que el otro gemelo se queda aquí en la Tierra. La pregunta interesante es conocer la razón a la que ambos envejecen. Resulta que el reloj biológico del gemelo que se fue en la nave, está avanzando al 44% del reloj de envejecimiento del gemelo que se quedó en la Tierra. Es decir, el gemelo que está al 90% de la velocidad de la luz, está envejeciendo más despacio que su contraparte en nuestro planeta. Bueno ahora qué sucedería si aceleráramos la nave del gemelo a un 99% la velocidad de la luz, pues resulta que tendríamos que su reloj biológico avanzaría a un 14% del reloj de envejecimiento del gemelo en la Tierra. Ahora qué pasaría si lo aceleráramos a un 99.9% la velocidad de la luz, pues tendríamos que su reloj biológico de envejecimiento avanzaría a un 4.5% del reloj de su gemelo en nuestro planeta. Sin embargo lo más interesante es cuando regresa el gemelo del espacio y resulta que durante 5 años de su viaje, solamente envejeció esos 5 años, mientras que el gemelo que se quedó en la Tierra envejeció 110 años”.
Aquí la explicación de Neil deGrasse Tyson original:
Al tomar en cuenta el razonamiento anterior, si nos mantenemos en reposo, el tiempo va a transcurrir más rápido, mientras que si estamos en movimiento y obviamente nos acercamos a la velocidad de la luz, entonces nuestro tiempo va a avanzar mucho más despacio.
Somos relativos y solamente estamos de paso aquí, ¿cuánto tiempo? La ciencia nos puede ayudar en este sentido. De acuerdo a Sergio Parra, dentro de su artículo El corazón humano en cifras, publicado en Xataca Ciencia, este órgano principal del cada uno de nosotros late 75 veces por minuto, que equivale a 4,500 veces por hora, que equivale a 108,000 veces por día y que nos lleva que en un vida promedio late 2,800 millones de veces (aclarando que el de la mujer unas 3,100 millones de veces por su mayor esperanza de vida).
Si quisiéramos ser más específicos, para el caso de nuestro país, considerando que un hombre vive en promedio 73 años y una mujer 79 años, contaríamos que el hombre tendría aproximadamente 2,877 millones de latidos en su vida (2,877,660,000 exactamente) y para la mujer tendría alrededor de 3,114 millones de latidos en su vida (3,114,180,000 exactamente).
Claro que todo es relativo, pues se va moviendo en un espectro directamente relacionado con nuestro estilo de vida, con la utilización de nuestra mente para lanzar disparos creativos y evitar la demencia, el envejecimiento, la oxidación, con el ejercicio que hagamos, con la alimentación que tengamos, específicamente evitando el sobrepeso y la obesidad, con nuestra carga de herencia genética y por supuesto con la influencia de la carga memética a la que nos sometemos en sociedad.
Bajo estas consideraciones físicas de la relatividad y apoyados en lo que nos dice Neil deGrasse Tyson, debemos considerar el mantenernos en movimiento, no solo por nuestra salud para evitar el sobrepeso y la obesidad, sino también porque al hacerlo nos acercamos a la velocidad de la luz y modificamos nuestro reloj biológico y de espacio – tiempo, logrando envejecer más lento, al compararnos con aquellos que se mantienen estáticos.
Nos encontramos en una carrera con el espacio – tiempo, buscando retardar nuestro proceso de envejecimiento y soñando que algún día podamos transferir nuestra mente y disparos neuronales creativos a un nuevo receptáculo, donde auxiliados por la inteligencia artificial podamos expandir nuestra esperanza y calidad de vida, dando lugar a una nueva evolución del ser humano, de un nuevo sapiens.

