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Gabriel Contreras

En días recientes, hemos visto cómo surgen numerosos desafíos orientados a generar reacciones interesantes dentro del ámbito de las Redes Sociales.

Algunos de esos desafíos se han propuesto, por ejemplo, generar dinero para atacar a una enfermedad.

Otros, se hallan vinculados a una idea de responsabilidad social.

Y hay también otros cuyo objetivo es, curiosamente, impulsar la disciplina dentro del ejercicio de las artes.

Así, se han formado grupos cuyo reto es dibujar una página al día a lo largo del mes de octubre, por ejemplo. Estupendo.

Otras pequeñas agrupaciones, mientras tanto, se basan en que sus integrantes se encuentran en un lugar X, y a partir de ese momento cada uno de ellos se compromete a escribir algo de ficción a lo largo de un periodo de tiempo. Maravilloso.

Todos esos desafíos son interesantes y valiosos, cada uno a su modo. Todos valen la pena.

Sobre todo porque, sin excepción, tienen la mirada puesta en algo creativo, constructivo o simplemente benéfico.

Estos desafíos son el reverso exacto del pandillerismo, cuyos integrantes son gente frustrada por definición, y suelen convocarse para protegerse entre ellos dañando siempre a otro grupo de gente igualmente frustrada e incapaz de crear.

Sin embargo, un desafío artístico en La Red revela también cierta debilidad, ya que tiene que ser un grupo el que empuje a sus integrantes a crear, cuando en realidad tendría que ser cada uno de ellos, por sí mismo y en absoluta soledad, quien tendría que mover las aspas de ese motor para que su mente no parara de crear y crear y crear.

Todos, en el campo de la creatividad, precisamos de una inagotable cantidad de desafíos. Necesitamos la presencia de la incompletud, la insatisfacción, la imperfección y lo que Steve Jobs llamaba el hambre (que no es hambre física, no es hambre de alimentos), para seguir generando soluciones creativas, tal vez distintas, tal vez inquietantes, tal vez sorprendentes.

Sin esos desafíos, generados en la soledad, en la intimidad, en el silencio de nuestro estudio de trabajo, seguiremos siendo “followers”, dependientes, sirvientes de otros, ya que se puede llegar a ser dependiente –y eso jamás será algo hermoso- incluso de los “desafíos sociales”.

 

 

 

 

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