Por Ismael Vidales Delgado
Don Jaime Torres Bodet fue ensayista agudo, funcionario eficaz, educador nato, orador enfático, promotor artístico, crítico cinematográfico, hombre público y hombre íntimo, hasta que una bala puso fin a su vida. En 1921 fue secretario de José Vasconcelos, rector de la Universidad de México. En 1928 fue codirector de una de las revistas más importantes en la vida cultural mexicana: Los Contemporáneos. De 1943 a 1946 fue secretario de Educación Pública en el gabinete de Manuel Ávila Camacho, y posteriormente lo fue en el gabinete de Adolfo López Mateos, a quien le hacía los discursos; y además creó los libros de texto gratuitos, los centros de capacitación para el trabajo, el Museo Nacional de Antropología, el de Historia Natural, el Nacional de Historia, el de las Culturas y el de Arte Moderno. Fue miembro del Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua, y Director de la UNESCO de 1948 a 1952.
Dice de él, Emanuel Carballo: «Comencé a trabajar con él para las entrevistas de mi libro “Los protagonistas de la literatura mexicana.” No hicimos mucha amistad, era un tipo que cuidaba mucho sus distancias, no se abría totalmente. Para hacer el libro dedicado exclusivamente a su obra fui a su casa unas 20 o 30 ocasiones. Nunca me ofreció un café ni una galletita. No era una persona amable con sus invitados. Sin embargo me facilitó todo lo que le pedí.» «Recuerdo que en 1968 -continúa Carballo- en pleno movimiento estudiantil, Díaz Ordaz le hablaba para pedirle que lo apoyara. El único de “Los Contemporáneos” que no apoyó a este hombre fue don Jaime…»
Don Jaime tenía un ojo de vidrio debido a que yendo en un viaje a Oaxaca se asomó por la ventanilla y con el viento una de las cenizas del tren se le incrustó en el ojo y lo perdió. Se cuenta que en una recepción don Pepe Delgado preguntó a Salvador Novo: «¿Qué te parece, Salvador, que ahora don Jaime es Secretario de Estado?» y Novo contestó: «No tiene nada de raro, en tierra de ciegos el tuerto es rey.» Novo, es recordado porque voluntariamente salió del closet y siempre fue un personaje de humor cáustico. Se dice también que en otra ocasión se encontraron Novo y Don Jaime quien iba acompañado de un jovencito al que presentó como su sobrino, a lo que Novo contestó: lo conozco, el mes pasado también fue mi “sobrino”. Una de las partes más brumosas en la vida de Don Jaime fue su presunta bisexualidad.
Sobre su muerte, la versión oficial es que una caída le produjo una fractura en la pelvis que le ocasionaba terribles dolores, los doctores diagnosticaron cáncer. El jueves anterior a su suicidio había entregado a la editorial Porrúa la última parte de sus memorias tituladas “Equinoccio.”
El lunes 13 de mayo de 1974 en la casa ubicada en el 326 de la calle Vicente de Güemes, en Lomas de los Virreyes, se oyó una detonación. La señora Josefina Juárez de Torres Bodet corrió a la biblioteca. Encontró a don Jaime recostado en su sillón, con la cabeza inclinada a la derecha y el revólver calibre 38 en la mano derecha.
Según las crónicas periodísticas el cuerpo estaba junto a un cuadro del Dr. Atl que mostraba al Paricutín en erupción. La bala había ingresado por el paladar. La muerte fue instantánea. Sobre una mesa había una nota: “He llegado a un instante en que no puedo, a fuerza de enfermedades, seguir fingiendo que vivo. A esperar día a día la muerte, prefiero convocarla y hacerlo a tiempo. No quiero dar molestias ni inspirar lástima a nadie. Habré cumplido hasta la última hora con mi deber”. Su cadáver fue velado en la capilla 7 de la agencia Gayosso. Su féretro fue cubierto por una bandera tricolor. Antes de reposar en la Rotonda de los Hombres Ilustres, sus restos fueron homenajeados en Bellas Artes y en la Secretaría de Relaciones Exteriores.

