Por Ismael Vidales Delgado
Leí hace tiempo en un diario internacional, el encabezado siguiente “Gandhi, padre de la nación y un extraño para su hijo.” Esta inusual declaración entre la inmensidad de textos favorables a tan emblemático personaje, provocó mi curiosidad y me di a la tarea de investigar a qué se refería esta lapidaria nota periodística.
Encontré una película titulada “Gandhi, my father” (2007) que muestra el distanciamiento que existió entre Gandhi y su hijo mayor Harilal, quien se refirió a él diciendo, Gandhi es “El padre más grande que uno puede tener, pero ése que quisiera no haber tenido». La película muestra que Harilal sintió que su padre los había abandonado y dejado en la miseria en 1888 cuando estuvo en Londres estudiando Derecho, por lo que abiertamente confrontó los principios que este sostenía, se convirtió al Islam y se cambió el nombre por el de Abdullah y se dedicó al comercio deshonesto, fue alcohólico, adicto a los prostíbulos y al juego, amante de las mejores ropas importadas, contrabandista, cuestionador de la estricta moralidad y de la abstinencia sexual propugnadas por Gandhi… y murió en 1948 como pordiosero en la calle.
El estreno de la película coincidió con la publicación de una monumental biografía de Gandhi escrita por su nieto, el historiador Rajmohan Gandhi que rinde pleitesía al abuelo.
Gandhi tuvo cuatro hijos con su esposa Kasturba, con quien se casó cuando él tenía 13 años: Harilal, Manilal, Ramdas y Devdas.
Devdas fue el padre de Rajmohan, quien dice «Escribí este libro porque quise comprender a mi abuelo. Tenía 12 años cuando el murió y quise poder contarles a mis hijos y nietos quién era en realidad. La historia de Gandhi no es sólo la historia de la India. Es también la historia de un padre con grandes expectativas y cuatro hijos a los que les costó mucho estar a la altura del padre.”
Gandhi sigue siendo símbolo de la “no violencia” y sirvió de inspiración a Martin Luther King y a Nelson Mandela.
En la actualidad ha cobrado especial fama el otro nieto de Gandhi, Arún hijo de Manilal quien vivió con el apóstol su último año y medio de vida. Desde 1991, Arún dirige el “Instituto M. K. Gandhi” para la No-Violencia, en Memphis, Tennessee, y es el quinto de los 14 nietos de Mahatma Gandhi. Nació en la ciudad de Durban, Sudáfrica, en abril de 1934. Allí nacieron también sus dos hermanas, Sita y Ela, ahora, tiene más de 70 años. Arún vivió hasta 1956 en Sudáfrica, donde pasó 14 años en prisiones por oponerse al régimen del apartheid. Después vivió en La India durante unos 30 años, hasta que en 1987 emigró a los Estados Unidos. Cuando vivió en India fundó con su esposa Sunanda, el “Centro para la Unidad Social” cuya vocación fue ayudar a la gente pobre del país y aliviar la discriminación de las castas. Fue periodista del Times indio y escribió varios libros, entre ellos “Un legado de amor: mi educación en la vía de la no-violencia”, en la que cuenta lo que aprendió de su familia sobre la verdad, la ira, la humildad, la disciplina, la moralidad y la espiritualidad. Entre los textos que circulan en la red con orientación motivacional, hay uno de su autoría, que es el siguiente.
La mentira descubierta
Por Arún Gandhi
Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado en las afueras, a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar. Estábamos bien al interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí, siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.
Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para asistir una conferencia que duraba el día entero y yo aproveché esa oportunidad. Como iba a la ciudad, mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el auto al taller. Cuando me despedí de mi padre él me dijo: nos vemos aquí a las 5 p. m. y volvemos a la casa juntos.
Después de completar muy rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me concentré tanto en la película, una película de John Wayne, que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p. m. Él me preguntó con ansiedad: – ¿Por qué llegas tarde?
Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne; entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar… esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: – Algo no anda bien en la manera como te he criado puesto que no te he dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa y a pensar sobre esto.
Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo… así que yo manejé 5 horas y media detrás de él… viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.
Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Muchas veces me acuerdo de este episodio y pienso… Si me hubiese castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos ¿hubiese aprendido la lección?
¡No lo creo! Hubiese sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo. Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer. ¡Éste es el poder de la vida sin violencia!

