Por Ismael Vidales Delgado
“Peregrina, de ojos claros y divinos / y mejillas encendidas de arrebol, / mujercita de los labios purpurinos / y radiante cabellera como el sol.” Es el romance vivido por Felipe Carrillo Puerto y Alma Reed que puede leer en el libro de más de 600 páginas «Tuyo hasta que me muera… Epistolario de Alma Reed (Pixan Halal) y Felipe Carrillo Puerto (H»Pil Zutulché)», los autores son Michael K. Schuessler y Amparo Gómez Tepexicuapan con prólogo de Elena Poniatowska; la edición es de Conaculta.
Alma Marie Prescott Sullivan, alias “Alma Reed” (había estado casada con Samuel Payne Reed, por eso conservaba su apellido) fue una bella e inteligente mujer de quien se enamoró Felipe Carrillo Puerto, y una tarde entre amigos le mandó componer la canción «Peregrina», según relata el propio compositor Luis Rosado Vega, esto ocurrió así: “Por la tarde había llovido, y al cruzar por la barriada del suburbio de San Sebastián, la vegetación y la tierra recién humedecidas por el aguacero exhalaban esa penetrante fragancia que les es peculiar en tales casos. Alma aspiró profundamente aquel perfume, y dijo: “¡Qué bien huele!”. Y yo, por gastarle una galantería, le repliqué: “Sí, huele porque usted pasa. Las flores silvestres se abren para perfumarla…”. Carrillo Puerto dijo al punto: “Eso se lo vas a decir a Alma en una poesía”. “No”, le repliqué yo, “se lo diré en una canción”. Y en efecto, esa misma noche hice la letra. Al siguiente día vi a Ricardo Palmerín y se la entregué para que le pusiera música. Así nació la Peregrina.”
Alma visitó México por primera vez en septiembre de 1922 invitada por Álvaro Obregón como reconocimiento a la defensa que hizo en San Francisco, Cal., de Simón Ruiz, un joven migrante mexicano sentenciado injustamente a muerte por presunto homicidio, pero gracias a la defensa periodística de Alma, obtuvo el perdón.
En 1923 regresó como corresponsal de la revista “Time” a cubrir una expedición arqueológica a las ruinas mayas de Chichen Itzá. Ahí conoció a Felipe Carrillo Puerto, apodado «El dragón rojo de ojos de jade». Felipe se había separado en 1919 de su esposa María Isabel Palma con quien procreó cuatro hijos y vivía en Cuba con su hija menor. Felipe y Alma sostuvieron apasionado romance de nueve meses, principalmente por cartas, desde marzo de 1923 hasta el 3 de enero de 1924, día en que Felipe fue ejecutado por un comando militar delahuertista, junto a sus tres hermanos y nueve seguidores, a las 4:45 de la mañana en el Cementerio General de Mérida.
Fue Felipe fue quien la “bautizó” con el nombre de “Pixan-Halal” que en maya significa “Alma Reed”. En 1924 Alma viajó a Estados Unidos para comprar el ajuar de boda, allá se enteró de la muerte de su amado. Las cartas de Alma y Felipe, fueron descubiertas después de 38 años en una bolsa de henequén, se trata del libro autobiográfico que fue encontrado casi por casualidad (publicado por Edit. Diana, con prólogo de Elena Poniatowska y apuntes de Schuessler, autor de “Elenísima”).
Alma Reed murió en México en 1966 después de guardar luto eterno a Felipe, hacer labor periodística, recuperar importantes piezas arqueológicas sustraídas ilegalmente, luchar a favor de los derechos humanos, y vivir en la máxima estrechez económica. Sin embargo, en la trova, en el canto romántico nacional siempre flotaron y siguen oxigenando el aire del presente los versos: »Cuando dejes mis palmares y mi tierra, / peregrina de semblante encantador, / no te olvides, no te olvides de mi tierra, / no te olvides, no te olvides de mi amor.»
Y, ¡No se olvidó! ¡No pudo! Enferma incurable y pobre, Alma escribió este libro que contiene las claves de su amor por México, de su pasión por Felipe Carrillo Puerto y de cómo surgió su canción; lo concluyó poco antes de fallecer en 1966, pero justo el día de su muerte, la obra autobiográfica “Peregrina” se esfumó. Cabe señalar que la pobreza en que murió provocó que la Funeraria Gayosso, por falta de pago, embargara sus cenizas. La rescató Pablo Bush Romero y como Alma le había pedido en vida al gobernador de Yucatán Carlos Loret de Mola que la enterrara junto a Felipe, el gobernador cumplió su promesa: ya descansan juntos.
La obra fue encontrada por el investigador Michael Schuessler, quien buscaba datos de Salvador Novo y encontró la obra de Reed. Schuessler hizo contacto con el dramaturgo Richard Posner el más cercano amigo de Alma Reed en México, y quien la acompañó hasta su muerte. Posner supo del libro “Peregrina” desde que estaba en proceso. Él fue heredero del archivo de Alma Reed, y el mismo 20 de noviembre de 1966, cuando Alma dejó de existir, Posner acudió a su departamento y guardó en una bolsa de henequén varios documentos, algunas imágenes y, principalmente, la primera versión de “Peregrina”, con las correcciones que su autora había comenzado a incorporar a mano.
Posner, regresó a Estados Unidos, pero seguía siendo el titular de los papeles y del departamento de Alma. Fue así que le confió a Schuessler, que en una bolsa de henequén, verde, estaba el libro. La bolsa de henequén permaneció oculta en la parte superior de un enorme armario. Schuessler encontró la bolsa y la obra, pero estaba incompleta. Casi a punto de olvidar la búsqueda, hizo contacto con la pintora sueca Rosa-Lie Johanssen, a quien Alma Reed le había dejado en el testamento sus bienes (pinturas, ropa, joyas), y guardaba los capítulos faltantes, mismos que entregó a Schuessler. La pintora Johannsen, también donó al Museo de Historia Nacional varios objetos propiedad de Alma Reed, la “Peregrina”, aquella a quien “Las canoras, avecillas de mis prados, / por cantarte dan sus trinos si te ven / y las flores de nectarios perfumados / te acarician y te besan en los labios y en la sien.
¡Obras son amores y no buenas razones!

