Gabriel Contreras
¿Qué clase de inteligencia es la que ponen en juego dos hombres que suben a un espacio con el único fin de destruirse mutuamente?
La inteligencia del boxeador es algo opaco, escasamente investigado, asombrosa y extraña, que debe dejarnos pensativos, ya que tiene fines, por un lado, destructivos, y por otro lado: autodestructivos.
O sea que no existe nada creativo, nada constructivo, nada humano que pueda obtenerse del boxeo. Y sin embargo resulta una labor muy atractiva de ejercer, especialmente para la gente pobre, muy pobre, o verdaderamente miserable.
La inteligencia del boxeador es tal vez una expresión específica de la inteligencia, muy distinta a otras, ya que no implica una función creativa, ni social, ni matemática, ni de lenguaje, es más: ni siquiera de supervivencia.
O sea, el box es otra cosa, es algo único. Es un espectáculo estremecedor, tremendo, en el que dos hombres literalmente se despedazan, y si es posible se matan por dinero. Es como una forma suprema de la prostitución, algo así, una especie de… sexo sin sexo: agresión pura. Traducción: salvajismo. Y existe, tal vez, por la sencilla razón de que mucha gente para por verlo.
Verán. En estos días me he detenido a leer con gran interés el libro “Toda la verdad” , de Mike Tyson (Duomo, Océano). Y aunque no atino a identificar plenamente los modelos de inteligencia (excepto acciones reflejas y corporales) que se ponen en juego en un ring, sí me interesa comunicar mi desconcierto, o bien mi asombro ante esa actividad (el box).
Mike Tyson es, ante todo, una víctima, un eructo de Nueva York. Su vida infantil fue labrada a base de agresiones, engaños, frustraciones, persecuciones, dolor, amenazas, y desesperanza.
Es, sencillamente, la imagen plena del marginal. Torpe en su pensamiento, con diagnóstico de retraso. Incapaz de aprender a leer y a escribir. Hiperactivo, agresivo, molesto, ratero y buleado.
Su hiperactividad lo hizo saltarse el Ritalín y llegó directo al Thorazine.
Su conducta le garantizó el encierro.
A los siete años acudió por última vez a un aula. Su educación posterior fue en escuelas de “educación especial” (lo que equivale a una cárcel según el magnífico sistema educativo de los Estados Unidos). Luego, distintos tipos de cárceles para niños y jóvenes. Total: se dedicó a robar.
No fue un buen ladrón, ya que lo detenían a cada rato.
Pasando de un centro de castigo a otro, sin lograr ser controlado o educado jamás, asistió a una conferencia de Muhammad Ali (obvio, en un centro penitenciario) y descubrió la inquietud por pelear como modo de vida.
Antes de cumplir los 14, conoció a CusD´Amato, quien se convertiría en su entrenador.
Aquel entrenador descubrió en Tyson esa especie de talento para los golpes de la que he estado hablando desde el principio (digo talento porque no sé que otra palabra usar, no porque me parezca talentoso golpear a la gente).
Tyson escribe, bueno Larry Sloman escribe por él:
“Siempre me había creído una mierda. Mi madre me había dicho que no valía para nada. Nadie me había dedicado unas palabras elogiosas. Y aquí está D´Amato diciéndome: “me apuesto a que, si te lo propusieras, podrías ganar un Óscar. Podrías ser tan buen actor como boxeador. ¿Quieres ser un corredor de coches? Me apuesto a que serías el mejor del planeta. Eres más duro y más listo que otros. Serías capaz de conquistar cuanto desearas. No uses las palabras “no podría”. No puedes usar “No podría”.
Tyson está seguro de que aquel hombre lo entrenó para ser “absolutamente feroz, tanto dentro como fuera del cuadrilátero”.
Contra lo que mucha gente piensa, el modelo de boxeador que giraba en la cabeza de Tyson, no era Alí, era Roberto Durán, por su condición de salvaje y callejero.
“Que me llamaran animal era el mayor cumplido que podía recibir”.
Tyson aprendió boxeo por tres vías.
- Siendo maltratado en las calles de Nueva York.
- Viendo la pantalla. Pasaba hasta diez horas mirando peleas los fines de semana.
Su ímpetu era algo realmente prodigioso. Pasó su juventud entregado a dos labores fundamentales e igual de importantes, se infiere. Una, entrenando minuciosamente boxeo, con la fuerza de un toro enloquecido. Y dos: masturbándose con una pasión incorregible, haciendo de la masturbación prácticamente una experiencia religiosa.
Finalmente, la inteligencia de boxeador de Tyson triunfó: fue dos veces campeón mundial de peso completo, cosa que no le impidió seguir comportándose como un delincuente, agrediendo todo lo que hallaba a su paso y rompiendo todas las reglas habidas y por haber.
Además. Se convirtió en una estrella: derrochaba dinero, dejaba veredas de billetes a su paso, y las mujeres se peleaban y hacían fila por estar con él.
Ok. Todo eso me lleva a cavilar sobre la misma pregunta: ¿en qué consiste la inteligencia del boxeador? La inteligencia del boxeador es algo opaco, escasamente investigado, asombrosa y extraña.

