De carne y hueso. Don Miguel Hidalgo

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Ismael Vidales Delgado

Don Miguel Hidalgo, es por méritos sobrados “El Padre de la Patria”, el gestor de la lucha por la independencia de México, el mártir de las causas reivindicatorias de los derechos humanos fundamentales de los indios, las castas, los mestizos y los criollos, pero es ante todo un hombre de carne y hueso con fortalezas y debilidades.

Su nombre de pila es Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla y Gallaga Mondarte Villaseñor, un clérigo mujeriego, jugador, apostador, rebelde, religioso y héroe nacional.

Fue un criollo hijo de los españoles Cristóbal Hidalgo y Costilla y Ana María Gallaga quienes se casaron en 1750 en Pénjamo y procrearon cinco hijos varones: José Joaquín, Miguel nacido el 8 de mayo de 1753 apodado desde joven “El Zorro”, ambos fueron sacerdotes; Mariano César, que murió siendo niño; José María de la Trinidad, que fue capitán en el ejército del realista Félix María Calleja y contribuyó a la derrota de Miguel; Manuel Mariano, que fue abogado, sufrió la expropiación de bienes en 1807 y se volvió loco muriendo en mayo de 1809.

Cuando Miguel tenía nueve años, su madre murió a consecuencia del último parto. Un año y medio después, Don Cristóbal tuvo un hijo fuera de matrimonio con Rita Toribia Peredo, al que le puso Mariano, en memoria de su tercer hijo fallecido siendo niño. Este hermano de padre fue muy unido a Hidalgo el cura revolucionario.

Don Cristóbal permaneció viudo trece años y luego se casó con Jerónima Ramos Ortiz Bracamonte y Origel, con quien tuvo otros cinco hijos. Hidalgo se hizo cargo de dos hermanas de padre: María Guadalupe y María Vicenta, de 10 y 7 años, respectivamente, llevándolas a vivir con él.

Don Miguel Hidalgo, siendo cura tuvo cuatro hijos, diversas biografías dicen que llevaba una vida en la que el juego de baraja, las peleas de gallos, el teatro y las mujeres tenían un papel importante. Este fue el motivo de que fuera separado de su cargo de Rector y enviado al curato de Colima, pues en ese tiempo ya era pública su paternidad de Agustina y Lino Mariano, producto de sus relaciones con Manuela Ramos Pichardo.

En el pueblo de San Felipe, conoció en uno de sus grupos teatrales, a Josefa Quintana, con la que tuvo dos hijas: Micaela y Josefa.

A los 47 años abandonó el curato para dedicarse a asuntos personales y familiares, pero en 1802, al morir su hermano José Joaquín, cura de Dolores, Don Miguel fue comisionado para ocupar su lugar, llevándose con él a Josefa y sus dos hijas, instalándolas en una casa ubicada a menos de 50 metros de donde él vivía, provocando todo un escándalo.

Dirigió la primera parte del movimiento de Independencia, pero tras una serie de derrotas fue capturado el 21 de marzo de 1811 en Acatita de Baján, Coahuila como resultado de la traición de Francisco Ignacio Elizondo, llevado prisionero a la ciudad de Chihuahua, fue juzgado, fusilado y decapitado a las 7 de la mañana del 30 de julio a los 58 años de edad, y su cabeza fue exhibida dentro de una jaula en una esquina de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, junto con las de Allende, Aldama y Jiménez que habían sido fusilados el 16 de junio.

Antes de morir, Hidalgo escribió una décima dedicada al cabo Ortega, uno de sus carceleros en Chihuahua, que dice:

«Ortega, tu crianza fina,
tu índole y estilo amable
siempre te harán apreciable
aun con gente peregrina.
Tiene protección divina
la piedad que has ejercido
con un pobre desvalido
que mañana va a morir,
y no puede retribuir
ningún favor recibido».

Hidalgo sufrió la degradación eclesiástica que lo despojó de sus ornamentos religiosos, al tiempo que le raspaban con un cuchillo las yemas de los dedos y las manos, y le recitaban la letanía:»Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir que recibiste con la unción de las manos y los dedos.” Luego, con unas tijeras le cortaron algo de cabello y un peluquero hizo desaparecer la tonsura, borrando de su cabeza este signo del sacerdocio.

En su último día pidió que en vez de agua le dieran un vaso de leche y repartió unos dulces entre los soldados que debían dispararle, alentándolos para que cumplieran con su oficio y confortándolos con su perdón.

El lugar destinado para fusilarlo fue el antiguo Colegio de los Jesuitas habilitado como cuartel y cárcel. Hidalgo se negó a ser vendado de los ojos y a sentarse de espaldas para ser fusilado, pidió que le dispararan a la mano que puso sobre su corazón, recibió dos descargas de fusilería y tres balazos en la cabeza. Un comandante de apellido Salcedo, de origen tarahumara, fue quien con un machete y de un solo tajo cortó la cabeza de Hidalgo, recibiendo por ello una gratificación de veinte pesos. Su cuerpo fue enterrado en la capilla de San Antonio del templo de San Francisco de Asís en la misma ciudad de Chihuahua.

En 1821 fue exhumado su cuerpo y junto con su cabeza, se le enterró en el Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Desde 1925 reposa en la columna de la Independencia, en la capital. En 1868 fue erigido en su honor el Estado de Hidalgo y en los festejos del Bicentenario de la Independencia (2010) se anunció que sus restos pasarían al Castillo de Chapultepec.

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