De carne y hueso. Benito Juárez

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Ismael Vidales Delgado

Don Benito Juárez fue un presidente singular, amado por los liberales, odiado por los conservadores, venerado continental desde que fue declarado «Benemérito de la América» por el Congreso de Colombia el 2 de mayo de 1865; por la República Dominicana el 11 de mayo de 1867 a propuesta del diputado Antonio Delfín Madrigal; y por Perú el 28 de julio de 1867 en la Facultad de Medicina San Fernando, sin embargo, fue un ser humano como usted y como yo, un hombre de carne y hueso.

El niño Benito Pablo Juárez García a los tres años perdió a sus padres Marcelino y Brígida, siendo recogido por su tío Bernardino con quien vivió hasta los doce años, pero al perder dos ovejas que pastoreaba y temiendo el castigo correspondiente, decidió fugarse y refugiarse con su hermana Josefa que servía en Oaxaca a la familia de Don Antonio Maza, quien tenía una hija adoptiva de nombre Margarita que años después sería esposa de Don Benito.

Recién titulado de abogado en Oaxaca, apoyó a Valentín Gómez Farías que perdió ante el centralismo, por lo que Juárez tuvo que refugiarse en Puebla como administrador de unos baños públicos. Dos años más tarde regresó a Oaxaca donde procreó al menos dos hijas con una mujer cuyo nombre se ignora, antes de casarse con Margarita Maza cuando ella tenía 17 años y el 37. Una de esas hijas de nombre Susana, fue adoptada por Margarita pasando a formar parte de la familia Juárez-Maza, nunca se casó.

Juárez fue apoyado sin reservas por su joven esposa Margarita en su meteórica carrera política que lo llevó desde Juez Civil, Secretario General de Gobierno, Diputado, Gobernador de Oaxaca, Ministro de la Suprema Corte de Justicia, Presidente de la República en varias ocasiones entre 1858-1872 y Benemérito de las Américas.

Con Margarita tuvo 9 hijas y 3 hijos: 1.- Manuela (1844) casada con Pedro Santacilia que estuvo con Juárez en las situaciones más difíciles; 2.- Felicitas (1845); 3.- Margarita (1848); 4.- Guadalupe (1848, murió en 1850); 5.- Soledad (1850); 6.- Amada (1851, murió en 1853); 7.- Benito (1852); 6.- María de Jesús (1853) casada con Pedro Contreras, de origen español; y Josefa (Gemelas); 10.- Jerónima Francisca (1860); 11.- José (1863); 12.- José Antonio, nacido el 13 de junio de 1864 en Monterrey en un parto atendido por “Gonzalitos”.
Hacia el 31 de mayo de 1863 los Juárez-Maza salieron de México con sus ocho hijos y se instalaron sucesivamente en San Luis Potosí, Saltillo y Monterrey.

Margarita tuvo que refugiarse en Nueva Orleans donde murió Pepito “El negrito” a los siete años de edad; de ahí pasó a Nueva York, donde murió Toñito “El regiomontano” víctima de la fiebre, la pobreza y el frío de 12 grados bajo cero, Pedro Santacilia tuvo que utilizar los muebles como leña para tratar de calentar un poco el cuarto donde Pepito falleció.

Margarita se opuso a realizar los funerales de su hijo en «esa ciudad ajena» (Nueva York) y decide embalsamar el cuerpo para traerlo a su tierra, Oaxaca. Pedro Santacilia entera de esto a Benito a lo que éste le contesta que ella es su madre y sabe lo que hace, aunque esta decisión violaba las leyes sanitarias de Nueva York.

Margarita, sus hijos y su yerno Santacilia viajaron por ferrocarril a Saint Louis, en barco por el Mississipi a Nueva Orleans y luego en un buque de guerra al Puerto de Veracruz, llegando a Orizaba. En un carro de mulas iba el equipaje y en otro los ataúdes de Toñito y Pepito, en Puebla los aclamó una multitud entre aplausos, cohetes y tañer de campanas.

El 23 de julio de 1867 partieron rumbo a la Ciudad de México. Benito Juárez llegó en su clásico carruaje negro, vestía levita nueva, una gran chistera y un bastón de 2000 pesos que le había sido obsequiado en Zacatecas. Llevaba unas flores en la mano para Margarita quien a verlo caminó directamente hacia él. Benito Juárez escribió días después, que «Aquel momento valía por todas las recompensas que un hombre puede recibir».

Margarita murió el 2 de enero de 1871 a las 11:30 y recibió los Santos Oleos del cura del templo de San Cosme. Juárez lloró y no quiso enviar esquelas; pidió a sus amigos que manejaran el fallecimiento con discreción, que no le acercaran políticos, exclusivamente amigos y familiares cercanos. Juárez no fue a trabajar por una semana.

En el epistolario de los Juárez-Maza son comunes y frecuentes las frases: «Recibe el corazón de tu Juárez» y «Tu esposa que te ama, Margarita». Un año y medio más tarde, la angina de pecho reunió a Juárez con su amada esposa. Muchas frases suyas han quedado para la posteridad, pero después de su impecable apotegma, la que más me gusta es:
«No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala».

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