
Rodrigo Soto Moreno
Uno de los aspectos que más me agradan de la ciencia, es su capacidad plástica para transformarse y reinventarse, pues cada observación de los bits y bytes de información que nos bombardea, es sometida al escrutinio del método científico, con el objetivo de ponerla a prueba y validarla.
Desde esa perspectiva nos damos cuenta que cierto postulado científico que hoy es válido, puede mañana no serlo. Por lo cual ninguna observación, experimento, escrito, tesis, teoría, se encuentra libre de ser robustecida en sus aportaciones o simplemente desechada. El conocimiento científico y tecnológico no permanece estático, siempre está en movimiento y se encuentra sometido a una especie de orden y caos del que surgen momentos eurekas, bajo la premisa que podemos iterar, errar y aprender.
Desde un punto de vista muy simple, con lo anterior me refiero a lo que dice Neil deGrasse Tyson cuando afirma: “Lo mejor de la ciencia es que es cierta, a pesar de que creas en ella o no”. En este tenor hablamos también de lo que dijo Sócrates con su famosa frase: “Sólo sé que no sé nada”. Es decir aquellos seres humanos, que se han curado de su soberbia, pueden sin problema afirmar que no lo saben todo y que siempre hay nuevo conocimiento por descubrir.
Es por ello que los exploradores y divulgadores del conocimiento científico y tecnológico partimos del punto de origen de la ignorancia; similar a lo que nos dice Yuval Noah Harari en su libro Sapiens, cuando afirma que la revolución científica no se centró en el conocimiento, sino más bien una revolución de la ignorancia; en donde se trabaja no solamente en acabar con el analfabetismo tradicional sino derrotar al analfabetismo funcional.
Derivado de esto, el propio Yuval Noah Harari también en su libro Sapiens, nos ofrece 3 características deslumbrantes de la ciencia moderna y que me permito replicar en este texto:
a) La disposición a admitir ignorancia: La ciencia moderna se basa en el precepto latino ignoramus “no lo sabemos”. Da por sentado que no lo sabemos todo. E incluso de manera más crítica, acepta que puede demostrarse que las cosas que pensamos que sabemos son erróneas a medida que obtenemos más conocimiento. Ningún concepto, idea o teoría son sagrados ni se hallan libres de ser puestos en entredicho.
b) La centralidad de la observación y de las matemáticas. Después de haber admitido ignorancia, la ciencia moderna pretende obtener nuevos conocimientos. Esto lo hace reuniendo observaciones y después empleando herramientas matemáticas para conectar dichas observaciones en teorías generales.
c) La adquisición de nuevos poderes. La ciencia moderna no se contenta con crear teorías. Usa dichas teorías con el fin de adquirir nuevos poderes, y en particular para desarrollar nuevas tecnologías.
Después de la excelente descripción de Noah Harari, en relación a las cualidades de la ciencia, se fortalece el precepto de sustentar todo nuestro accionar en materia privada (empresarial) y pública (especialmente en la política) bajo verdades en donde todos estemos de acuerdo porque son comprobables, verificables y siempre están sometidas a la constante validación del método científico.
Por ende el construir el futuro de la humanidad, debe estar cimentado en los pilares de ciencia y tecnología, sin olvidar las expresiones artísticas y el humanismo, pues así potenciarían nuestros próximos pasos evolutivos, especialmente al salir de nuestro planeta en busca de nuevos horizontes para que los Sapiens colonicemos otros planetas.
Sin embargo antes de iniciar esa travesía, existe un riesgo latente en relación a la proliferación de ideas relacionadas con el analfabetismo funcional y con la falta de criterio racional básico. Es decir cuando nos aferramos a creencias populares y las hacemos verdad, versus a resultados objetivos comprobables sometidos al choque de fuerzas del libre mercado de la economía de las ideas y el escrutinio del método científico y la razón.
En este contexto hablamos entonces de la irresponsabilidad de ciertos líderes públicos, especialmente algunos políticos, en levantar la bandera de la emoción versus la de la razón, así como sustentar el progreso de una sociedad y de una economía en ideas subjetivas y verdades no comprobables, pero ¿de quién es la culpa? ¿De aquél quien dice una sandez o de quién la hace suya también y sigue al zopenco?
Reforzando la aseveración anterior debo recurrir de nuevo a Yuval Noah Harari, dentro de su libro Sapiens, en donde nos habla de la evolución memética, refiriéndose a las ideas dentro del libro El gen egoísta de Richard Dawkins, y cómo esas ideas (memes) viven dentro de la mente de todos nosotros, y se multiplican para trasladarse de un huésped a otro. Algunas de esas ideas o memes son benéficos para el anfitrión en donde se hospedan, pues establecen un mecanismo de simbiosis biológica y mental en el individuo en cuestión, logrando su supervivencia más allá del bien y del mal, es decir se alían con los genes y trabajan en conjunto, aunque también de forma egoísta, pero buscando el beneficio grupal tanto para el gen, para el meme y para el Sapiens.
Pero por otro lado, existen otro tipo de mutaciones meméticas, similares a las genéticas, que causan daño irreparable al organismo en el que pululan. Por ejemplo, volviendo a parafrasear a Noah Harari, una idea cultural racista y de superioridad genética y física vociferada por Hitler en la Alemania nazi, impulsó a diversos seres humanos a creer ciegamente en esos falsos postulados y también a extender dicha idea, incluso con el terrible costo de la muerte.
Sin embargo, como lo ha dicho Dawkins y también Noah Harari, el ser humano puede morir pero la idea, al encontrar un nuevo anfitrión, se extiende y vive, siempre con miras a seguirse propagándose como un virus que no quiere eliminar a su huésped que le da cobijo, y sí quiere crear múltiples copias de sí mismo, exponiéndose a los embates de la supervivencia y presión evolutiva social y cultural para iterar, errar, aprender, mutar y evolucionar.
No se olvide que el avance de la civilización humana debe ser el correcto maridaje entre ciencia básica, tecnología e innovación con la academia, con la sociedad, con el humanismo y con las políticas públicas que promuevan ese ecosistema fértil que itere y genere círculos virtuosos.
Pero sin olvidar que debemos ir sofocando la evolución y propagación de ideas o memes que no son objetivos, sino subjetivos, con miras a promover el beneficio individual y lesionar al colectivo y que no soportan el escrutinio del método científico, al no poderse replicar y comprobar su validez.
No podemos ser guiados por individuos que centran sus estrategias y políticas en su sistema de creencias, en lugar de hacerlo en verdades objetivas y comprobables en beneficio del grupo, de la sociedad, y no en el personal. Todo esto bajo el esquema del equilibrio de Nash y de la Teoría de juegos.
Al final la evolución biológica y la artificial desarrollada por los Sapiens, se rigen por la iteración, el error, el aprender y el mutar para innovar, siempre sustentados por el método científico y por la objetividad de verdades comprobables, como bucles de bits y bytes que se autoorganizan y construyen mejores versiones de sí mismos, sin olvidar que al termino de un ciclo de repetición hay cosas que son ciertas, las creas o no…

