India: el hombre que plantó un bosque con sus manos

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(Tomado de The Times of India. Traducción de Félix Ramos Gamiño).

Con su propio, exclusivo trabajo, Jadav Payeng ha hecho crecer un gran bosque en un banco de arena de 550 hectáreas, situado en medio del río Bramaputra. El sitio cuenta ahora con varios animales cuya especie está en peligro de extinción, entre ellos, por lo menos cinco tigres. Una hembra tuvo dos crías en fecha reciente. El lugar se sitúa en Jorhat, a 350 kilómètros del camino de Guwahati, y no es de fácil acceso. Hay que abandonar la vía principal y tomar una brecha a lo largo de unos 30 kilómetros para llegar al río.

Ahí, si uno tiene suerte, encuentra bateleros para pasar a la parte norte. Después de caminar siete kilómetros, llega uno aa las cercanías de la casa de Payeng. La gente de los alrededores llama a este lugar Molai Kathoni (el bosque de Molai, de acuerdo con el sobrenombre de Payeng).

Todo comenzó en 1979. Las inundaciones habían arrojado una gran cantidad de serpientes sobre el banco de arena. Tras el retiro de las aguas, Payeng, que entonces tenía 16 años, encontró el sitio cubierto de reptiles muertos. Eso fue lo que cambió el rumbo de su vida.  “Las serpientes habían muerto de calor, pues no había árboles que las protegieran. Me senté y me puse a llorar sobre los cuerpos sin vida. Era una carnicería. Di la alerta al Ministerio Forestal, y les pregunté si podrían plantar algunos árboles. Me respondieron que nada crecería ahí, y me dijeron que hiciera un ensayo con bambú. Era duro, pero lo hice. No había nadie que me ayudara”, cuenta Payeng, quien tiene actualmente 47 años.

En aquel tiempo, el joven abandonó sus estudios y su hogar, y se fue a vivir en el banco de arena. Contrariamente a Robinson Crusoe, aceptó voluntariamente esta vida de abandono. Y no, él no tenía a Viernes. Él regaba las plantas mañana y tarde, y las tallaba. Después de algunos años, el banco de arena se convirtió en un bosque de bambú.

“Entonces decidí hacer crecer verdaderos árboles. Los reuní y los planté. Asimismo, traje de mi pueblo hormigas rojas: las hormigas rojas cambian las propiedades del suelo. Varias veces me picaron”, cuenta Payeng, y se ríe. Muy pronto, toda una serie de flores y de animales se esparcieron por el banco de arena, incluso algunos animales en peligro de extinción, como el rinoceronte de un solo cuerno y el tigre real de Bengala.

“Al cabo de 12 años, fue posible ver unos buitres. Las aves migratorias empezaron a llegar en parvadas. Los ciervos y el ganado atrajeron a los predadores”, declara Payeng, quien se expresa como un ecologista experimentado. “La naturaleza ha creado una cadena alimentaria: ¿por qué no le ponemos atención? ¿Quién protegerá a estos animales si nosotros, los seres superiores nos ponemos a cazarlos?

El Ministerio Forestal de Assam no había oído hablar del bosque Payeng, sino hasta 2008, cuando una manada de unos cien elefantes salvajes se refugió ahí después de haber arrasado las aldeas vecinas. También destruyeron la cabaña de Payeng.

Fue ahí donde Gunin Saikia, conservador asistente de los bosques, encontró a Payeng por primera vez. “Nos quedamos sorprendidos de encontrar un bosque tan denso sobre el banco de arena. La gente del lugar cuyas casas habían sido destruidas por los paquidermos querían arrasar el bosque, pero Payeng les dijo que primero lo tendrían que matar a él.

Él trata a los árboles y a los animales como si fueran sus hijos. Cuando vimos eso, decidimos colaborar con el proyecto, cuenta él. Payeng es increíble. Hace treinta años que está ahí. En cualquier otro país, sería un héroe.

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