Gary Stix & Scientific American
Traducido y sintetizado por Rodrigo Soto
Ante los eventos que recientemente hemos visto en las noticias, particularmente las referentes a la tragedia del terremoto y posterior tsunami en Japón, la ciencia se pregunta en relación a la capacidad del ser humano para sobreponerse a eventos negativos y que de esa forma pueda continuar con su vida.
Para Gary Stix, escritor senior de la revista Scientific American, dentro de su artículo “The NeuroScience of True Grit”, la situación radica en que cuando alguna tragedia nos ataca, muchos de nosotros salimos de esa situación sorprendentemente bien, pero, ¿de dónde proviene esa fuerza?
Stix nos comenta que cuando lo peor sucede, como puede ser la muerte de un ser querido, un ataque terrorista, una epidemia mundial, miedo paralizador antes de una pelea, entre otros, nos enfrentamos a un experiencia de profundo “shock” y desorientación. Lo interesante, según estudios de diversos científicos, es que cuando se mira hacia atrás en las experiencias horribles que vivieron esas personas, se aprende algo importante: muchas de las víctimas de la tragedia se recuperan rápidamente y emergen en sus vidas de forma casi emocionalmente intactas. Para Gary, muchos de nosotros demostramos una resiliencia natural sorprendente en contra de lo peor que la vida nos puede poner en nuestro camino.
Según la Real Academia Española la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
De nueva cuenta Stix nos dice que el estudio de la resiliencia está ayudando a descubrir una serie de mecanismos de la imagen del cerebro y de bases de datos genéticas, como herramientas adicionales a los tradicionales a los cuestionarios psicológicos. Por ejemplo, comenta Stix, después de que una situación desastrosa nos sorprende, ciertos mecanismos bioquímicos, genéticos y de comportamiento trabajan a la par para restaurar nuestro equilibrio emocional. Es ahí que los científicos debaten sobre conocer la fuente de esa fortaleza y ayudarnos para sobreponernos de mejor forma ante eventos que nos lesionan psicológicamente.
Siguiendo en el artículo, se nos comenta que tanto universidades, empresas, así como la milicia, no quieren esperar a tener un mapa completo de los genes y neurotransmisores responsables para el manejo del estrés, sino que ya trabajan para combatir el mismo e incluso inocular a las personas en contra de este. Por ejemplo, Stix, nos menciona que los militares estadounidenses se encuentran lanzando un gran programa de entrenamiento para la inoculación de la resiliencia en más de un millón de soldados y sus familias.
El mecanismo de la resiliencia
Sigmund Freud escribió sobre la resiliencia en 1917, en donde describe la necesidad que tenemos los seres humanos de “trabajo de pena”, en donde tomamos energía emocional, o libido, como él lo describió, invertido en el ahora “objeto no existente”.
Para el psicólogo, investigador de la Universidad de California, Christopher M. Layne, “básicamente significa que uno puede reponerse para funcionar normalmente en un período de tiempo corto”.
Desde el punto de vista médico tenemos que cuando nos enfrentamos al peligro, nuestro cerebro inicia una cascada química que nos pone en alerta en cuanto a enfrentar la situación o huir de ella. Además, una serie de químicos en el cerebro puede amortiguar esta respuesta, promoviendo así la resistencia al estrés. Un ciclo químico clave inicia cuando el hipotálamo libera la hormona corticotropina (CRH), provocando que glándula pituitaria secrete la hormona adrenocorticotropina (ACTH) en el torrente sanguíneo, lo que provoca que las glándulas suprarrenales (cerca de los riñones) liberen la hormona cortisol. Esta última hormona aumenta la capacidad del cuerpo a responder en situaciones difíciles, pero en exceso puede causar daño a la larga. Para tratar de mantener las cosas bajo control, una serie de químicos amortigua la respuesta al estrés. Los fármacos o la psicoterapia pueden estimular la producción de estos destructores del estrés.
Otro estudio de Eric J. Nester y sus colegas del Centro Médico Monte Sinai, comentado también por Gary Stix, realizado en mayo de 2010, llega a las conclusiones que la proteína llamada DeltaFosB, que protege a los ratones (y posiblemente a los humanos) en contra del estrés inducido por estar a solas o ser amenazados por roedores más agresivos. El DeltaFosB actúa como un interruptor molecular que enciende una serie de genes (induciendo la producción de proteínas que codifican). Se registraron altos niveles en los roedores resistentes y fue deficiente en el tejido post mortem de pacientes con depresión. Se requiere un fármaco que aumente el DeltaFosB para poder proteger en contra de la depresión y reforzar la resiliencia en general.
Por otra parte los científicos del comportamiento que han acumulado datos durante décadas, tanto de adultos como de niños expuestos a situaciones traumáticas; es así que el equipo de investigación de George A. Bonanno ha documentado diferentes casos de experiencias de resiliencia cuando nos enfrentamos a la muerte de un ser querido, lo que sucede en períodos de guerra, terror y enfermedad. En cada uno de los casos, el doctor Bonanno, ha encontrado que la mayoría de las personas se adaptan sorprendentemente bien a lo que el mundo nos arroja, es decir la vida para estas personas retorna a la normalidad en un corto período, muchas veces en unos cuantos meses.
El doctor Bonnano y su equipo sugieren que la melancolía ayuda a cada uno de nosotros a sobrellevar la pérdida, pero el sufrir crónicamente, como la depresión clínica, puede ser demasiado para el individuo. Es así que nuestro cableado cerebral trabaja en no llegar a ese estado de depresión crónica y estar inconsolables. Para Bonanno, si nuestras emociones se tornan muy “frías” o “calientes”, existe un mecanismo interno que nos devuelve al equilibrio.
Para Stix, la nueva ciencia de la resiliencia nos demuestra que no existe un método común para ayudar a las personas en su estrés, depresión o sufrimiento, sino que debemos tener “trajes a la medida” en cada situación. Así como vemos que lo peor casi siempre tiende a pasar en nuestra vidas de forma irremediable, pero nuestra capacidad innata de respuesta nos hace recobrar el sentido y volver a nuestro estado de normalidad.