Movía su cuerpo plácidamente en el agua, con una agilidad envidiable. Claro, era un pez y eso le daba ventaja. Pero no solamente eran sus movimientos, sino la precisión con que los hacía y que esos mismos eran interpretados de forma inmediata por sus compañeros a unos cuantos centímetros de distancia, en un cardumen que se desplazaba como si fuera un solo organismo.
A pesar de parecer presa fácil para cualquier depredador, resultaban ser complicados de atrapar, debido a la comunicación eléctrica que transmitían entre ellos. La evolución, hace millones de años, de su lenguaje les permitió ser competitivos y ampliar su capacidad de supervivencia como especie.
Estudios recientes en la revista Science, investigadores de la Universidad de Cornell, liderados por el neurobiólogo Carl Hopkins, tratan de establecer el cómo una especie de peces africanos conocida como “mormyrid” experimentó un crecimiento significativo en docenas de especies, gracias a la relación existente entre la evolución de su cerebro y su capacidad para comunicarse.
El investigador en neurología biológica, Bruce Carlson de la Universidad de Washington, nos dice que los peces mormyrid platican por medio de zumbidos utilizando órganos especializados que emiten impulsos eléctricos, en una especie de clave Morse. Sin embargo, para Carlson, existen diferentes tipos de lenguaje entre los peces.
Por ejemplo, en estudios de comportamiento que han realizado, se detectó que algunas especies de peces mormyrid pueden identificar claramente y responder a impulsos eléctricos muy pequeños, mientras que para otros pasan desapercibidos. La diferencia radica en una parte del cerebro que se identifica como “núcleo exterorateral”, misma que interpreta esos impulsos eléctricos.
Carlson explica que hace aproximadamente 50 millones de años esa región del cerebro en los peces evolucionó en ciertas especies de los mismos y dio lugar a una variada comunicación, que resultó ventajosa en los que la poseían y debido a ello creciendo en su descendencia.
Pasando al caso de nosotros como seres humanos, una de las variables que marcó con éxito nuestro camino evolutivo fue el lenguaje, que desde el punto de vista médico Wikipedia nos ofrece una explicación de su procesamiento cerebral: “La percepción sonora del habla se produce en el giro de Heschl, en los hemisferios derecho e izquierdo. Esas informaciones se transfieren al área de Wernicke y al lóbulo parietal inferior, que reconocen la segmentación fonemática de lo escuchado y, junto con la corteza prefrontal, interpretan esos sonidos. Para identificar el significado, contrastan esa información con la contenida en varias áreas del lóbulo temporal.
El área de Wernicke, encargada de la decodificación de lo oído y de la preparación de posibles respuestas, da paso después al área de Broca, en la que se activa el accionamiento de los músculos fonadores para asegurar la producción de sonidos articulados, lo que tiene lugar en el área motora primaria, de donde parten las órdenes a los músculos fonadores”.
Esa capacidad comunicativa o parlanchina en su momento fue, y es todavía, vital para avisar de cierto peligro a nuestros congéneres, se transformó en una herramienta vital para que difumináramos el conocimiento y que lo atesoráramos, para posteriormente guardarlo en libros y en otros medios para que las futuras generaciones tuvieran acceso a este y se regocijaran, además de asegurar su éxito evolutivo.
Una de las áreas que más se beneficio fue la medicina, al mantener amplias bases de datos de información que fueron corregidas y ampliadas por cada una de las investigaciones de diferentes científicos a lo largo de la historia. Hoy día es una de las ciencias que más saca provecho de la información procedente de investigaciones y estudios científicos y tecnológicos. Además de que gracias a la ciencia médica hemos aumentado nuestra esperanza de vida y mejoramos la calidad de la misma.
Así que al igual que el ejemplo de los peces africanos que detectaron que su cerebro debía de evolucionar un delicado sistema de comunicación eléctrica para garantizar ser el más apto, en su lucha por sobrevivir con otras especies de peces, nosotros también desarrollamos un cerebro parlanchín y fuimos no solamente los más aptos, sino los más rápidos, los más fuertes, los más inteligentes (aunque con la violencia pareciera que no), los más creativos, los más innovadores, los más adaptables, entre muchas otras cosas y gracias a ello seguimos siendo la especie “dominante” del planeta, por el momento.
Tal vez por eso se extinguieron los otros homínidos con que compartíamos el planeta, y fuimos nosotros quienes gracias a nuestra habilidad cerebral, pudimos tener un mejor sistema de comunicación para responder mejor ante la adversidad, difundiendo nuestras vivencias y experiencias a nuestra descendencia y gracias a nuestra rápida capacidad adaptativa y de aprendizaje, ligada a un lento y luego vertiginoso avance médico, dejamos atrás a los demás homínidos y llegamos a levantarnos como el homo sapiens que somos.