Sin autor conocido
Un viejo sufría mucho porque sentía que se moriría pronto y sus dos hijos se la pasaban peleando, sin amor, desunidos. En vano los reprendía, les daba consejos, los invitaba a dialogar, les daba obsequios, les negaba permisos, les suplicaba que se vieran como hermanos que fuesen unidos.
Un día en que como era costumbre los hermanos peleaban, gritaban, tumbaban cosas y armaban gran alboroto, el padre callado fue hasta el huerto y cortó buena cantidad de varitas secas y llamó a sus hijos cuando habían terminado de pelear.
Temerosos llegaron ante su padre. Este hizo un tercio atado de varitas y se las entregó a uno de ellos diciéndole ¡si eres tan hombre rompe estas delgadas varitas!
El joven lo intentó varias veces sin lograrlo hasta que se dio por vencido, pasándole la tarea al hermano, que después de varios intentos, también fracasó.
Entonces el padre, deshizo el atado y les pasó las varitas una a una. Los muchachos no tuvieron problema en romperlas de esa forma. El padre les dijo entonces: Ustedes son como las varitas, si viven separados, cualquiera los romperá, los humillará, los golpeará, pero si logran unirse y no separarse, serán fuertes y nadie podrá vencerlos.
