Rodrigo Soto
En numerosas conversaciones con amigos y colegas, así como en algunos escritos de divulgación científica, recuerdo el argumento de que la inteligencia del ser humano es superior a cualquiera del reino animal o vegetal, situación que aparentemente nos coloca en una posición cómoda para erigirnos como la especie dominante del planeta Tierra.
Si bien es cierto que hemos destacado por nuestra inteligencia, misma que nos ha llevado a transformar nuestro medio ambiente gracias a la bandera de la creatividad, es innegable que hemos sido capaces de cegarnos por la maldad y cometido actos detestables.
Pero bueno, mi punto es que efectivamente somos una especie brillante y que gracias a nuestra inteligencia fuimos capaces de crear sinfonías, como las de Beethoven, bellas pinturas como las de Miguel Ángel, comprender algo más sobre el universo gracias a Newton, Einstein, Hawking, entre otros; así como aumentar la esperanza de vida y mejorar la calidad de la misma, por medio de la ciencia médica, pero no por eso debemos menospreciar la inteligencia que muestran otras especies del reino animal.
Dentro de este tenor me gustaría mencionar lo que leí recientemente en el libro de “Elogio de la imperfección” de la Premio Nobel de 1986 Rita Levi-Montalcini, en donde nos dice que el cerebro que no sufrió presión selectiva, contrario al de los seres humanos, fue en palabras de Levi-Montalcini: “el sólido y perfecto de los invertebrados que se extendieron por las tierras sumergidas y emergidas del planeta, sobre todo el de los insectos”.
Para Rita, alrededor de 300 ó 400 millones de años surgió el cerebro del primer vertebrado y éste se vio sometido a la comentada presión selectiva de la evolución y dio origen a diferentes mutaciones y cerebros vertebrados, derivando en lo que ella dice que es el maravilloso pero imperfecto cerebro del Homo Sapiens.
Por otro lado, otro escrito muy interesante al respecto, es de Paul Patton titulado: “ One World, Many Minds” y publicado en Scientific American. Ahí se nos comenta que dentro de los últimos 30 años, la investigación en neuroanatomía comparativa ha demostrado que los cerebros complejos, así como la cognición sofisticada, evolucionó de cerebros simples en múltiples ocasiones de forma independiente en linajes separados, aquí Patton nos ofrece ejemplos en moluscos, peces, reptiles y aves.
En este sentido, Patton, vuelve a relucir el caso de los animales no mamíferos quienes han demostrado habilidades muy avanzadas como aprender al copiar el comportamiento de otros, sobre todo al encontrar el camino, en espacios complicados, para ayudarse en su medio ambiente con herramientas hechas por ellos, al igual que usar su memoria para recordar episodios pasados o anticipar eventos futuros gracias a su experiencia. Gracias a todo esto, Patton, nos dice que los científicos e investigadores se pueden dar una idea más clara de cómo surgió la inteligencia.
Patton continua su explicación ofreciéndonos la afirmación de que gracias a diversas investigaciones, se sabe que la inteligencia no se pudo dar en una simple jerarquía lineal evolutiva. Aunque de cierta forma, si lo pensamos de forma simplista, al retroceder en la línea del tiempo todos los animales y nosotros como seres humanos compartimos un punto de partida en el camino de la inteligencia, para ello Patton, nos recuerda que de acuerdo a los registros fósiles, se tiene que el organismo multicelular más antiguo es de aproximadamente 700 millones de años. Además de que en el período cámbrico, hace unos 520 millones, el reino animal tuvo una explosión que derivó en 35 grupos mayores, o phyla, cada uno con un plan evolutivo en particular dependiendo de la función del organismo en cuestión.
Entrando en los ejemplos de la inteligencia del reino animal, Patton, inicia con los moluscos, grupo que contiene un estimado de 170 millones de neuronas, particularmente el de los pulpos, quienes en análisis cognitivos han logrado distinguir y clasificar objetos en relación a tamaño y forma, similar a lo que han hecho los roedores, particularmente las ratas, en las mismas pruebas. También se ha visto que los pulpos aprender al observar a otro de su misma especie, realizar una tarea en particular.
En otro ejemplo se tiene a los peces, los “goldfish” (carpín), quienes al ser analizados se ha determinado que son capaces nadar y encontrar la salida en diferentes laberintos bajo el agua, lo que da pauta a reconocer que cuentan con ciertas habilidades cognitivas, mostrando, como nos lo dice Patton, las mismas habilidades espaciales de ubicación similares a las de los roedores.
Siguiendo con los ejemplos, ahora tenemos a los pájaros y reptiles, Patton nos vuelve a hablar de historia cuando nos dice que hace 365 millones de años una línea de animales anfibios salieron de los océanos para iniciar la colonización de la tierra, dando como resultado en la división de dos tipos de organizaciones y evoluciones cerebrales. El primer grupo se refiere a los Synapsida, quienes evolucionaron en los mamíferos actuales y surgieron hace aproximadamente 320 millones de años, mientras que por otro lado estuvieron los sauropsida, quienes derivaron en los reptiles y las aves.
Dentro de estos dos grupos sabemos claramente de los casos de inteligencia de las aves, en especial de los córvidos, quienes guardan su comida en cientos de sitios y son capaces de recordar cada uno de esos escondites para acceder al alimento. También los cuervos son capaces de realizar herramientas para hacer ganchos o una especie de palillos para comer larvas de insectos, además de que son capaces de enseñar a otros cuervos a que hagan sus propias herramientas para obtener alimento.
Para el caso de los reptiles, contamos con las tortugas, que de igual forma que roedores y peces, muestran inteligencia espacial y pueden resolver laberintos y salir de ellos, así como encontrar comida en los mismos, a pesar de que se modifique constantemente el laberinto en cuestión.
Este breve escrito, tomado de lo dicho por Patton, pretende abrir las puertas para tratar de comprender un poco más a otros animales, sobre todo los no mamíferos y ver que ellos también cuentan con su tipo de inteligencia. Por último me gustaría cerrar con lo que dice Patton, en relación a que la visión del cerebro es diferente y que se observa que la inteligencia debe ser vista como un proceso divergente y de muchas ramificaciones, dependiendo del uso que requiera cada especie en cuestión y que el cerebro humano incorpora algunos componentes del cerebro de peces, reptiles y aves, entre muchos otros.