Sin autor conocido
Había una vez un hombre que vendía globos en una plaza. Los ofrecía grandes y pequeños, rojos, verdes, amarillos, azules, a rayas y con puntos.
Cuando los niños dejaban de comprar, soltaba un globo, que elevándose, se perdía en el firmamento. El espectáculo atraía a los infantes, pero a uno en particular lo tenía metido en una inmensa reflexión: un niño negro.
Este niño no compraba, pero observaba desde hacía un buen rato al vendedor de globos. El niño negro se acercó al vendedor y jalándolo del saco le preguntó: Señor, si tuviera un globo negro como yo y lo soltara ¿también se elevaría?
El vendedor le contestó: Claro hijo, mira los globos se elevan por lo que llevan adentro, no por su color.